Testimonio de ANA

Ana. España

(Estuvo en Nueva Acrópolis de los 19 a los 29. Ingresó en el “Círculo Interno” a los 21) 

Hace 6 años que salí de Nueva Acrópolis. Me ha costado bastante tomar la decisión de escribir este testimonio. Al salir fui consciente de lo mal que lo había pasado, pero también estaba confundida. Había cosas que me habían hecho daño, pero también había personas que consideraba buenas. Había personas que me dañaban, pero ese daño solo lo veía yo, el resto del grupo tenía una buena impresión de esas personas. Había actos que me herían internamente, pero estaban justificados bajo la idea de que “un Maestro te pone pruebas, un Maestro siempre hace las cosas por tu bien, aunque te duelan”. Yo estaba segura de lo que sentía, pero también sabía que no podía esperar ningún tipo de comprensión. 

 

Entré en Nueva Acrópolis a los 19 años a través de un audiovisual del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. Había pasado una adolescencia difícil, sentía que no encajaba en ningún sitio, sentía nadie podía entenderme. La psicología de Jung encajaba con mis vivencias y también estaba muy abierta a las cuestiones “esotéricas”, quizás porque el mundo real me parecía demasiado crudo. Si lo que me hacía daño estaba aceptado, si nadie podía verme por dentro, si nadie podía entenderme ¿a dónde pertenecía?

 

En Nueva Acrópolis me sentía bien. Nunca nadie me había mirado como ellos me miraban. Me miraban como si me vieran. No juzgaban mis rarezas y siempre se mostraban muy atentos conmigo. Sin embargo, no sentías como si te estuvieran rescatando o como si les dieras pena. No sentías como si te estuvieran haciendo un favor. Allí sentía que tenía un lugar. Un lugar legítimo, por mi propia condición. Era como tener un hogar. 

 

Al cabo de 2 años, a mis 21, ya estaba dentro de lo que ellos llaman las “Fuerzas Vivas” (el Grupo interno de la Organización). 

 

Quien me pide este testimonio, me dice si puedo explicar sobretodo las prácticas violentas que se realizan durante el entrenamiento para ingresar a este Grupo Interno. Empezaré por eso. Trataré de dar los máximos detalles posibles para que se entienda y no distorsionar las cosas. Ha quedado muy largo, pero no quería descontextualizarlo.  

 

 

PRÁCTICAS VIOLENTAS DURANTE LA FORMACIÓN PARA LAS “FUERZAS VIVAS”:

 

Al cabo de un año de estar ahí, uno de mis profesores me dijo que se estaba abriendo un nuevo grupo de formación para las “Fuerzas Vivas”. Vi que varios de mis amigos entraron y acepté la invitación. Las prácticas violentas empezaron al cabo de unos meses. Habían expulsado a varias personas diciéndoles que “aun no estaban preparadas para entrar”, así que los que quedábamos éramos algo así como los “discípulos más aceptados”. 

 

Separaron las clases según el género: las chicas hacían unas clases y los chicos otras. Un día, durante una reunión de chicas, nos dejaron solas en la sala de reuniones y nos dijeron que miráramos un punto blanco en la pizarra. Nos dijeron, “no habléis entre vosotras, solo mirad el punto”, y luego nos apagaron las luces, dejándonos medio a oscuras. Ya estaba acostumbrada a hacer ejercicios de concentración de ese tipo, pero luego empezaron a llamarnos de manera individual. Te llamaban por el nombre completo y te hablaban de usted con un tono muy solemne y serio: “Ana López García, acompáñeme por favor”. 

 

En silencio me llevaron a otra sala, y al entrar me encontré con un hombre con guantes de boxeo. Yo conocía a ese hombre, era instructor de la organización. El hombre puso cara de concentración, porque tenía que hacer eso despersonalizado (le decían algo así como que no estaba pegando, sino cumpliendo un papel). Yo no pensaba que me iban a pegar en serio, pero sí, me pegaron. Me pegaron varios puñetazos hasta que me caí al suelo. Me quedé en el suelo girada de espaldas protegiéndome. La directora vino y me gritó en la cara: “¿así enfrentas los problemas? ¿dándoles la espalda? ¡Eres una cobarde!”. Me levanté, intenté pegar, y no podía, estaba paralizada y como asfixiada. El hombre, que lo estaba pasando mal porque no quería seguir pegándome, abrió los brazos y me dijo gritando: “Ana, pégame, ¡pégame!”. Pero literalmente, no me funcionaban los brazos. Tuve que repetir el ejercicio otro día con otro hombre diferente. En esa ocasión, como no estaba el factor sorpresa, fui más concienciada de lo que tenía que hacer y el ejercicio me salió mejor.

 

Se suponía que te hacían esos ejercicios para controlar las emociones. En ese momento no nos lo explicaban muy bien, pero por lo que he leído en algún texto del fundador, lo que trataban con estos ejercicios era que sacáramos la agresividad para que ésta no se quedara dentro y se convierta en una agresividad más sutil y dañina. También quiero añadir que no tengo nada en contra de quien me pegó. Ambos son buenas personas, como la mayoría de los que allí estábamos. Y que las cosas te afectan según el significado que les das, y yo, en ese momento, a pesar del miedo que sentí, a pesar de que me quedé paralizada, yo sentía que lo hacían por mí bien y estaba agradecida por ello. 

Esa manera en la que nos hacían sacar la agresividad, también generaba una especie de catarsis. De alguna manera, te desestabilizaban por complejo, pero luego te rescataban. Te hacían sacar tus demonios, los miraban, no los juzgaban. Pero ya no podías esconder nada. Ni siquiera tus rincones oscuros eran ya de tu propiedad. No juzgaban tus miedos y el no juicio te da cierta confianza. Pero era como artificial, mecánico. A eso le llamaban “formación del carácter”. 

 

En otra ocasión nos hicieron pelearnos entre nosotras. Como siempre, nos hacían estos ejercicios durante una reunión normal, sin avisar. Nos pusieron los guantes de boxeo y nos dijeron: “pegaros”. En esas peleas no había técnicas de defensa o de lucha como en las artes marciales. Estábamos en el suelo (no en un tatami) con zapatos y falda, y el ejercicio era simplemente pegarnos, como quien se pelea en la calle. Había que sacar la agresividad, la fuerza, pegar con ganas. Si no, no pasabas el ejercicio. 

 

Otro día nos pusieron en parejas. Nos pusieron una delante de la otra y nos dijeron que teníamos que pegarnos bofetadas en la cara, primero una y luego la otra. Así hasta que nos dijeran que paráramos. Empezamos a darnos bofetadas flojas, pero entonces, la directora se nos acercó y nos gritó: “flojo no, ¡fuerte!”. Tenías que aguantar las bofetadas sin inmutarte, poniéndote recta rápido si te caías hacia el lado, sin hacer ninguna mueca de dolor, enfado o miedo. Si te entraba el reflejo de apartar la cara, también te amonestaban. La propia directora se mostró como ejemplo antes de empezar. Llamó a una mujer del Círculo Interno para que le pegara una bofetada delante nuestro. Le dijo: “pégame una bofetada con todas tus fuerzas”. Luego, la mujer que le pegó se fue haciendo un poco de broma, como para intentar que nos relajáramos un poco, porque se nos veía bastante nerviosas.

 

Se suponía que ese ejercicio también era para controlar las emociones y para que fuéramos más allá de “las formas”. Según ellos, “las formas” no siempre revelan la verdad. Por ejemplo, decían que una persona puede ser muy dulce externamente, pero ser pasivo-agresiva. En cambio, hay acciones que son agresivas, pero pueden ser necesarias para un fin mayor, por ejemplo, matar para proteger algo bueno. Se enaltecía mucho a los espartanos, y se menospreciaba a los hippies vegetarianos practicantes de yoga. También se decía que los demócratas eran muy pacíficos, pero engañaban al pueblo haciéndole creer que tiene “elección”, y en base a esa idea se planteaba la pregunta: ¿Por qué solo critican al fascismo y no a los demócratas? También, evidentemente, se explicaba que los símbolos de Nueva Acrópolis estaban presentes en otras muchas culturas. Que los usaran los nazis o los fascistas no significaba nada.  Pero ¿es normal tanta coincidencia?

 

Estas prácticas más que generar un control, a mí me generaron una anulación. Una anulación de mi propia percepción de las cosas, de lo que sentía y de eso que uno intuye como correcto o incorrecto. 

 

Luego consentías insultos y humillaciones. En una reunión, la directora nos llegó a gritar “¡sois unos burgueses de mierda!’”, precisamente a nosotros, unas personas que dábamos todo nuestro tiempo a Nueva Acrópolis sin cobrar absolutamente nada, y siempre tratando de esforzarnos más y más. Nos decían: “si puedes dar 2, da 3. Si puedes dar 3, da 4”, “¿para qué perder el tiempo desarrollando una profesiónMirar a Delia que sacrificó su carrera de pianista por Nueva Acrópolis”. Pero luego, tenía que limpiarle las sábanas y la habitación al Guardián de los Sellos y a su mujer la D.I. de Comunicación, personas con bastantes estudios y con bastante dinero, pero que en vez de pagar a una mujer de la limpieza, me hacían trabajar a mí. Además, hace poco me enteré que los dirigentes reciben dinero para los viajes. Yo me pasé mi juventud malviviendo, durmiendo poco, sin desarrollar una profesión, limpiando, y con la idea de que no podía formar una familia porque hay sobrepoblación mundial. Que lo que faltan son padres, no hijos. 

 

 

Durante las pruebas de Fuerzas Vivas, nos llevaron en coche con los ojos vendados a la montaña. Era invierno, en la montaña, mucho frío. Entre otras cosas, a las chicas nos hicieron desnudarnos y entrar en una cascada. Me llamaron y me dijeron: “quítese toda la ropa y métase hasta el fondo de la cascada”. Yo pregunté: ¿la ropa interior también? Y me dijeron: “sí, todo”.  Me quité toda la ropa y entré a la cascada. Las rocas resbalaban, pero entre los nervios y la vergüenza, ni sentí el frío. Luego te secaban, te ayudaban a vestir y te daban una infusión para que no cogieras una hipotermia. Luego, con los ojos vendados, entre varias personas, te empezaban a empujar y zarandear, mientras te gritaban e insultaban. Luego te dejaban sentada en medio del bosque a oscuras. 

 

Nunca supe el porqué de este tipo de pruebas. Pero yo estaba como en una especie de “globo psicológico”. Todo eso te lo hacían siempre con secretismo, con los ojos vendados, sin avisos, con misterio. Siempre estabas nerviosa, sin saber qué iba a pasar. Y en esa adrenalina, todo pasaba como en un sueño. Luego, después de hacer una pequeña ceremonia en una cueva, todos te recibían con abrazos y sonrisas, me decían que les había costado mucho actuar de esa manera conmigo, y entrabas en una especie de hermandad. Esas experiencias solo las podíamos entender entre nosotros. Realmente, no había nadie tan confiable como “tu hermano acropolitano”. Sabías que no te robaría, le podías dejar dinero, podías pedirle ayuda para cualquier cosa. Pero no eran vínculos reales, era parecido al “espíritu de cuerpo” que se vive en los grupos militares. Éramos una hermandad, pero en realidad, todos éramos auténticos desconocidos. La “personalidad individual” era algo pasajero, y centrarnos en eso nos convertía en egoístas. Esa chica de 19 años que entró, ese corazón que se sintió mirado, nunca fue mirado, fue enterrado. 

 

Pero palpitaba siempre, buscaba la luz, esa luz por la que entró. Y por eso, todos siempre teníamos una especie de mirada perdida. Mirábamos con devoción hacia algo. Quizás lo que cada uno imaginaba. Como huérfanos eternos, esforzándonos al máximo para esperar algo que nunca llegaba, y contentándonos con pequeñas gotas de agua que no dejaran morir a ese corazón perdido. Por eso siempre nos premiaban con pequeñas condecoraciones, con pequeñas cositas que nos mantenían vivos, como si todo tuviera sentido. 

 

Había otras muchas prácticas, como exposiciones ante un público que te trata mal, aguantar objetos con los brazos extendidos hasta no poder más, arrastrarte por el suelo si alguien llegaba tarde, hacerte conseguir cosas gratis de las tiendas para probar tu poder de persuasión, etc. Los chicos hacían otras prácticas, las cuales desconozco, ya que no se explicaba lo que hacía el grupo masculino. Tampoco nosotras explicábamos nuestras ceremonias femeninas. 

 

MALTRATO PSICOLÓGICO

 

Al acabar el probacionismo de Fuerzas Vivas, estas prácticas también paraban. Luego, hacíamos prácticas de defensa personal, pero eran prácticas normales, es decir, en un tatami, con ropa adecuada, con explicaciones, con técnicas concretas, sin catarsis y sin necesidad de aguantar la expresión o la emoción. 

 

Soportábamos con naturalidad los gritos, las presiones, los reproches por pequeñeces y nos habíamos acostumbrado a ser obedientes, sumisos y entregados. Aun así, no trataban a todos igual, sino que siempre percibían con qué persona podían sobrepasarse más. Tenía una amiga a la que pegaron bofetadas en la cara en varias ocasiones. Esta amiga, había tenido una infancia bastante difícil y no sabía poner límites como los demás. A ella, la pegaban cuando tenía algún descuido o decía algo que no era apropiado. Un día, en una reunión con Delia Steinberg (directora internacional), estábamos todos los integrantes de “Fuerzas Vivas” de España, y en esa reunión podíamos escribir preguntas anónimas en un papel y Delia las iba leyendo. Mi amiga escribió: “¿un Maestro puede pegar a un Discípulo?”. Los papeles con preguntas se dejaban en su mesa, y luego ella los iba leyendo espontáneamente, así que no sabía qué iba a leer hasta que lo tenía en frente, por lo que no podía escoger o eliminar ciertas preguntas.  Cuando Delia cogió el papel de mi amiga y leyó la pregunta en voz alta, se escuchó una especie de griterío en toda la sala, como voces de asombro y de sorpresa ante la pregunta. Luego se silenció un poco, y Delia contestó con lo siguiente: “Esto no es una pregunta”, dejó el papel a un lado, y sin más, siguió leyendo las otras preguntas. Como por arte de magia, esa pregunta pareció esfumarse en el olvido. 

 

Explico esto para que luego no vengan con las excusas de “las cosas ahora están cambiando, estamos renovando los Mandos”, “uyy, no sabíamos que estaba pasando esto en tal país o en tal sede”, “entre el dictador y el tirano hay una línea muy fina, son cosas que pasan”, “el ideal es perfecto las personas no”, etc. Lo importante en NA es hacer crecer escuelas, por eso hay permisividad. Se sabe perfectamente cómo es cada dirigente, no se puede ser tan tonto como para no darse cuenta. Y no se hace nada hasta que la situación acaba explotando. Si la gente lo aguanta y no se queja demasiado, pues ahí lo dejamos. Cuando la cosa explota y es muy grave, expulsan al dirigente, si no, pues lo dejan haciendo otra cosa. Así de simple. 

 

¿Qué le pasó a mi amiga después de eso? Pues pensó que había hecho mal en escribir eso. Nadie le dio ninguna explicación, nadie le pidió disculpas, todo quedó en un silencio, en una indiferencia. Yo también actuaba indiferentemente. De alguna manera, sabía que en Nueva Acrópolis no se promocionaba que el maestro pegara al discípulo, pero también sabía que a veces hay que ser duro y recibir pruebas. Una de esas pruebas también la tuve que pasar yo. 

 

Tenía 20 años y me había comprado una camiseta nueva. Era de tirantes y de seda y me hizo ilusión enseñársela a la gente. Cuando la directora vino, miró la camiseta y dijo: “qué bonita”. Y con cara de seria, se fue. Al día siguiente, me puse la camiseta, y por la noche me quedé allí a cenar. Mientras estaba cenando, la directora vino por detrás sin hacer ruido y con unas tijeras de cocina empezó a cortar la camiseta de abajo hacía arriba. Notaba el frio de la tijera metálica por mi espalda, pero ni me moví. Después me abrió la camiseta, dejó las tijeras encima de la mesa con fuerza y se fue sin decir nada. Me tapé y miré alrededor. La gente no decía nada. Creo que estaban igual de asombrados que yo. Me levanté y fui al lavabo sin creerme lo que había pasado. Al día siguiente, la directora me hizo ir a su despacho y me dijo: “ni se te ocurra vestir así, haces sufrir a los hombres”. Lo curioso es que yo era una chica bastante normal. Había otras chicas que también iban en tirantes y no les hizo nada. 

 

¿Qué pensé y cómo acepté esa humillación?

 

Bueno, había una parte de mi que sintió rabia. Me daba rabia que me hubiera roto mi camiseta nueva. Tenía 20 años, no tenía mucho dinero, y me había hecho ilusión comprármela. Pensaba que las cosas se podían decir de otra manera, que esas actitudes no eran normales. Me daba mucha rabia tener que rebajarme así.  

 

Otra parte de mí pensaba otra cosa. Pensaba que era una prueba y que si me habían hecho eso a mi y no a otras personas es porque consideraban que yo era suficientemente fuerte como para soportarlo. Era como si estuvieran probando mi orgullo, y yo pensé: “no me vas a provocar”. Yo creía que estaba ganando al no reaccionar ante eso, pero en realidad estaba adoptando una posición de sumisión. 

 

Mi interior oscilaba entre la rabia y la sumisión. Era como si sacaran lo peor de ti para ver si aguantabas. Y si no aguantabas, acababas explotando. Y claro, cuando alguien explota es mal visto, y la gente cree que el problema es de la persona que es una inestable. Los directores abonaban esa creencia, hablando de los defectos, de las personas que no aceptan a un Maestro, etc. La persona se quedaba sola, aislada y sin apoyo ni credibilidad. ¿Es así cómo se sana el alma humana de la gente? ¿Machacando sus debilidades? ¿Se busca enseñar o se busca destruir al otro? ¿Qué diferencia hay entre ser duro y directo y entre no tener ni idea de lo que se está haciendo? ¿Entré quitarle el orgullo a un discípulo o entre humillarle? Lo digo porque luego te venían con los ejemplos de la película Kárate Kid, que el Maestro es duro para enseñarte, que hay que quitar el orgullo al discípulo, que si las pruebas indirectas… ¿Cómo saber cuándo la intención del Maestro es buena o cuando su intención es no ser pisado en su orgullo? 

 

Los siguientes años fueron un poco más tranquilos, pero también estaba más implicada en Nueva Acrópolis. Como era de suponer, empecé a ver la realidad, es decir, que la supuesta relación Maestro-Discípulo no era tal, que no me estaba autoconociendo, que no me sentía bien, y encima, si me sentía mal, era una egocéntrica pensando siempre en mis problemas. Lo que hacíamos diariamente tampoco tenía sentido: la mala organización, el mantenimiento de la “fachada externa”, el esfuerzo por captar nuevos miembros, el trabajo continuo de limpieza, de burocracias, de donaciones y de viajes te hacía perderte en un sin sentido angustiante. Empecé a buscar explicaciones y a explicar yo misma los problemas que veía, y ahí empezaron los problemas. 

 

Todo empezó de manera sutil, con pequeños gestos y frases sueltas. Te decían algo, pero no continuaban la conversación. Por ejemplo, un día el director me dijo: “tienes la mirada oscura”. Al día siguiente, en una reunión decía: “he visto a alguien que le ha cambiado la mirada, ya no transmite luz”. Luego, al salir de la reunión, se me acercó y sin que nadie lo viera, me miró fijamente y me dijo con un tono como castigador: “a ver esa mirada”. Luego se iba como de manera burlona o despreocupada. En Nueva Acrópolis, estaba la idea de que cuando alguien criticaba o se mostraba desafiante, era porque había “elementales negativos”, o ciertas “fuerzas oscuras” que hacían dudar a la gente. Tengo varias anécdotas sobre este tema de las “miradas oscuras” y de “fuerzas oscuras” pero por espacio no lo voy a explicar. 

 

La directora un día salió de su despacho, se acercó a mí y me dijo: “vigila que tienes el pecado de la cuarta raza”, y seguidamente volvió a entrar a su despacho, sin decir nada más. Ese pecado era el orgullo y la soberbia. A mí me dolía que me dijera eso, que mi Maestra me viera así y me dijera esas cosas. Recuerdo, por ejemplo, que para quitarme el orgullo me dijo que un día a la semana teníamos que quedar para que yo llorara delante de ella. Se sentaba en una silla, me hacía ponerme de pie delante suyo y me decía: “llora”. Yo lloraba falsamente, hasta que ella decía: “muy bien, ya está”. Entonces, se levantaba y se iba sin más. Esto empezó a pasar cuando tuvimos que explicar nuestros traumas en “las cartas de Peldaño”. 

 

Los directores también molestaban a otras personas, pero ellas no le daban tanta importancia, así que no entraban en ese juego psicológico. Pero a mi me afectaba lo que me decían y me esforzaba por hacerles cambiar. Yo pensaba: “¿Por qué me dicen eso? Quizás no ven las cosas correctamente. Les mostraré que se equivocan”. Esa era mi trampa: intentar hacerles cambiar.  

 

 

¿Por qué buscaba ser amada por alguien que me destruía? De alguna manera, estaba hechizada por ese “bombardeo de amor” de los inicios. Hechizada por ciertas miradas, por ciertos comentarios, que de alguna manera insinuaban o daban a entender que ellos me veían, que ellos me comprendían, que sabían de mi dolor, que podían verme por dentro. Es como si en los inicios, jugaran con tu parte más vulnerable para poder captarte, y luego, después de despertar esa vulnerabilidad e incitarte a actitudes infantiles, la aplastaran. ¿Cómo funciona ese hechizo? ¿Por qué seguimos luchamos por algo si sabemos que no obtendremos nada? De alguna manera, despertaban tu vulnerabilidad, tu parte más infantil, pero luego te convertías en una especie de mendigo de amor, porque nunca te daban lo que insinuaban. Pero si te distanciabas, te decían que eras orgullosa y distante. Quizás lo único que podías hacer para escapar de eso era trasladar esa devoción al propio ideal y convertirte en un servidor, en un esclavo, en alguien bueno y obediente.  

 

Los desprecios sutiles, y no tan sutiles, y las muestras de cariño, eran alternantes. Y el esfuerzo por reprimir mi rabia, por ser sumisa y amable, o por tratar de hacerles cambiar, se convirtió en una tortura. 

 

Otra de mis trampas era mostrar indiferencia y hacer ver que yo hacía las cosas por interés propio y no por aprobación. En realidad, eso también era una especie de rendición por mi parte, porque en realidad dejaba de luchar. Me retiraba y me callaba.

 

Cuando yo me alejaba, el director solía tener conductas de desprecio e intimidación. Me decía que “me faltaba corazón”, “me faltaba magnetismo”, que “cuando uno no acepta a un maestro, tampoco lo aceptarán a él o ella como maestro”, etc.  Había ocasiones en que literalmente dejaba de hablarle, y solía intimidarme para forzarme a actuar.  Por ejemplo, cuando me veía sentada, se acercaba por detrás y me agarraba del cuello ahogándome. Yo intentaba quitarle las manos, le decía que me estaba ahogando, que no podía respirar, pero él se mantenía en silencio, apretándome el cuello con fuerza. Entonces me susurraba: “es mi manera de dar cariño”.  A veces, incluso lo hacía delante de alguna persona, la cual pensaba que era una de las bromas del director. Si en un arrebato de rabia le decía que era un manipulador, él decía: ¿por qué eres tan susceptible? Entonces, un día le cogía a alguien del cuello también, aunque mucho más flojo, y se ponían a reír juntos. Luego me miraba. 

 

Me entra una impotencia horrible solo de recordarlo.

 

En Nueva Acrópolis está la idea de que los Mandos y Dirigentes deben ejercer Poder. No pueden dejar que un discípulo pase por encima de ellos. El Poder o las relaciones “no horizontales” es algo normal que se manifiesta no solo en la relación Maestro-Discípulo, sino también en los grupos humanos con la figura del líder. A mi parecer no tiene porque ser malo, pero ¿dónde está el límite entre la relación “no horizontal” y la agresión psicológica? ¿Cuándo una relación “no horizontal” es destructiva? ¿La diferencia la marca solo la “buena intención” de la persona? ¿o hay algo más? ¿qué sería destruir a una persona en una relación “no horizontal” de poder? 

 

En un inicio yo sentía mucha devoción por ellos. Los veía como unos padres. Pero luego me di cuenta que lo único que había conseguido en esos años era sentirme cada vez peor. Literalmente fue como llegar con el corazón roto, ver una luz de esperanza, y volver a tu corazón roto, pero siendo una esclava. 

 

Lloré muchas noches. Y no fue por estos ejemplos que he puesto. Lo que quiero decir es que esto son solo 2 o 3 ejemplos, no puedo explicar todo lo que me pasó en tan pocas hojas. Evidentemente, también había momentos buenos, sino habría sido insoportable. Los viajes, las risas, el cachondeo que hacíamos de las “excentricidades acropolitanas”, la hermandad... Y digo hermandad, no amistad. Pero qué seguridad da la hermandad, la pertenencia… Parece que nunca estés sola, aunque nunca nadie haya entrado dentro de ti. Te acostumbras a vivir en la superficie, y mientras te adaptes a lo de fuera y lo de dentro no moleste, puedes ser incluso feliz. 

 

 

COMO ME ENGANCHÉ A NUEVA ACRÓPOLIS:

 

Recuerdo que cuando entré en Nueva Acrópolis, mis amigos empezaron a preocuparse. Llamaron a psicólogos e imprimieron todo lo que había en internet de Nueva Acrópolis. Yo lo leía. Pero no me importaba. Pensaba: “¿Un águila imperial como emblema? Baahh, y qué, eso no significa que sean fascistas. Si fueran allí y vieran todas las buenas personas que hay, lo entenderían”. Un día, estaba con mi profesora de primer curso y el director. Les dije que mis amigos me estaban diciendo que estaba en una secta y se estaban enfadando conmigo. El director me dijo: “¿y a eso le llamas amigos? ¿tu crees que un amigo te trataría como una estúpida? Porque, Ana…te están tratando como una tonta… Si te consideraran inteligente confiarían en ti, ¿no? Si te apreciaran, te escucharían, ¿no? Pero te están tratando muy mal… No sé…piénsalo…” 

 

Cuando entré en Nueva Acrópolis primero conocí a la persona que me hizo el primer curso y luego a la persona que me acompañó en el voluntariado. Eran personas muy amables y atentas. Me sentía muy bien allí. Además, durante los primeros años no sabes qué es exactamente NA y te dicen que las críticas de internet son de un sector de la iglesia que critica a NA por su eclecticismo religioso. 

 

Las ideas más esotéricas e ideológicas te las van explicando muy poco a poco. Ellos dicen que esto es así porque las enseñanzas hay que darlas espaciadas para que puedan ser asimiladas. Pero ¿qué diferencia hay entre recibir un conocimiento de manera gradual y entre acabar creyendo algo para lo que no te habías apuntado? ¿Cuál es la diferencia entre enseñar una idea o “inocular” una idea? 

 

Hay cosas que, por sí mismas, no aceptarías nunca, cosas que no entran en tu sistema de valores. Pero allí te sumerges en una relación vincular, con tus Maestros y con tus compañeros, y es como si a través del vínculo se abriera otro canal, un canal en donde las cosas entraban sin filtro. Algo parecido a un estado hipnótico. De hecho, había una serie de prácticas continuas, de meditación, lecturas, reflexiones, visualizaciones, símbolos, etc. A veces, te sumergías durante días en un ambiente de ceremonias, rituales y palabras. Y de tanto escuchar lo mismo, lo acabas adquiriendo. 

 

Aun así, recuerdo la primera vez que escuché algo que no me encajaba y que no me gustaba. Y escribí en mi diario algunas reflexiones sobre lo que me estaba pasando. Releyendo ese diario encontré esta frase que me dije a mi misma: ¿Ana, por qué siempre quieres tener tú la razón? ¿Por qué no dejas que alguien te enseñe?

 

Esa frase es el reflejo del cambio que empezó a haber en mí. Dejó de preocuparme si lo que escuchaba me interesaba o no, si lo que leía lo creía o no. Ahí, la cuestión era otra:

 

Nueva Acrópolis era como una gran familia, en donde lo principal era el camino de autoconocimiento a través de la relación Maestro-Discípulo. Estos maestros te ayudaban por amor, no recibían nada a cambio. No importaba si la enseñanza se transmitía a través del Taoísmo, del Budismo, de Aristóteles o de la teoría que fuera. Lo que importaba no era la creencia, sino lo que tu Maestro te estaba enseñando a través de eso. Yo sentía una devoción absoluta por ellos. Así que cuando te van mostrando las cosas, las aceptas, ya no tanto por lo que significan en sí mismas, sino por la enseñanza que hay detrás. 

 

En los inicios te enseñan que limpiar y hacer tareas para Nueva Acrópolis no es solo eso, sino que tiene una enseñanza detrás. Cómo cuando en la película Karate kid, el niño se pasa días y noches colgando y descolgando su chaqueta antes de poder recibir la enseñanza del Maestro. ¿Cuál es la diferencia? Pues que en Nueva Acrópolis acabas haciendo una cosa para la cual no entraste.

 

El autonocimiento que se insinuaba en los inicios, no era tal, sino que era una especie de endoculturación, un sistema moral de comportamiento. Todo era en base a un control de pensamientos, de emociones y de conductas. Y lo más importante es que todo siempre tenía fines morales que estaban asociados a dar todo tu tiempo a Nueva Acrópolis, por ejemplo: “no debo estar triste porque he de estar feliz por estar en Nueva Acrópolis”, “no debo dudar porque hay que confiar en los Maestros”, “no he de ser débil porque hay que ser fuerte para servir al ideal”, “pensar demasiado es ser kama-manas”, “las personas buenas obedecen y no dan muchas vueltas a las cosas”, etc. 

 

La tristeza, la duda o la debilidad forman parte de “la personalidad inferior”, es decir, la parte baja o poco espiritual de la personalidad (parte baja-parte elevada, así de simple es la psicología de Nueva Acrópolis). Además, todas estas frases “cliché” se nos enseñaban antes de que esas emociones o pensamientos nos surgieran, como una especie programación para anular las quejas que tendrías después: “las pruebas del discípulo son las dudas”, por ejemplo. O la frase típica: “todos los grandes fueron criticados”. Con lo cual, si veía críticas decía: “Ah claro, era de esperar que nos criticaran”. Y si no veía más allá era simplemente porque no me interesaba ver más allá.

 

¿Por qué hacíamos todo esto? Bueno, como veis no era para autonocerse, ni para hacer un camino interior ni nada de lo que promocionan. En realidad, siempre hacías las cosas por una especie de mandato moral interno (no ser débil, no ser egoísta, no tener dudas…). Lo que empezó como voluntariado, acabó siendo una especie de esclavitud psicológica. Se suponía que sí había un objetivo mayor más allá de esos mandatos morales, pero cuando hacías las cosas pocas veces pensabas en ello, solo pensabas en cumplir, en no ser egoísta, en no ser perezoso, en no quejarte, etc. 

 

¿Cuál era ese objetivo mayor? Cuando estás enganchada en ese vínculo emocional esperando autoconocerte, te dicen que Nueva Acrópolis es una Escuela de Filosofía como las antiguas, en donde se guarda una Sabiduría Atemporal que es la misma que han transmitido todos los sabios de la humanidad. Es una especie de tradicionalismo filosófico, ya que considera que hay una sabiduría ya creada, la de las propias leyes de la naturaleza, y Nueva Acrópolis es la única escuela que posee ese conocimiento. Nosotros hacíamos todo ese trabajo continuo sin descanso simplemente para hacer crecer la escuela y conseguir miembros. No significaba que no creyeran en la ciencia o el progreso, ya que tenían varios institutos sobre distintos temas, pero la idea que tenían era esa. Y bueno… muchas más cosas esotéricas que no voy a contar ahora, pero las pienso ahora y me entra hasta risa. Lo único bueno es que he aprendido mucho sobre el comportamiento humano viendo todo lo que vi.  

 

¿Cómo me lo creí? Pues como muchas veces creemos las cosas de tanto escucharlas. ¿Por qué alguien que nace en una familia cristiana acaba siendo cristiano y alguien que crece en una familia musulmana acaba siendo musulmán? No es tan sencillo, pero explicar la psicología de las creencias y por qué creemos unas cosas y no otras es complejo, y cada uno tiene su vida y sus experiencias e incluso también su manera de creer en algo. Y en Nueva Acrópolis hay muchos tipos de personas diferentes también, que están ahí por razones distintas y que por el tipo de jerarquía que hay, están viviendo cosas muy distintas también.  

 

Me di cuenta que la manipulación es efectiva mientras tienes ciertos beneficios. Por ejemplo: la pertenencia, la admiración, el poder, la inercia, o a veces es simplemente esa lucha interna en la que estás metido y hasta que algo grave no pasa, no puedes salir de ella. Pero cuando todo falla, cuando ya no puedes más, cuando te das cuenta que estás rota en pedazos y que ya nada importa entonces dejas de creer en lo que antes creías y dejas de aceptar lo que antes aceptabas. En cambio, cuando algo ha perdurado en el tiempo, cuando siento real interés por algo, he visto que está libre de vínculos, de beneficios, de costumbres, de intereses, de miedos. 

 

Con los años he aprendido a conocerme, a conocer mi fragilidad. Sé que la orfandad de alma te incita a una fusión ciega, como infantil, y que ese enganche te nubla la vista. Y qué curioso que en Nueva Acrópolis se hable de “los huérfanos de alma” que hay que rescatar de este horrible mundo. 

 

Pero hay algo con lo que aun estoy de acuerdo con Nueva Acrópolis, y es que pocas cosas de este mundo me convencen y que estamos acostumbrados a ver solo las posibilidades que el molde social y cultural nos pone. He dejado Nueva Acrópolis, pero no por eso pienso que el mundo esté bien. Sigo viendo las cosas tal como las veía antes. Sigo siendo la misma idealista que cuando tenía 19 años.

 

El mundo me sigue doliendo, me sigo poniendo triste, pero no sé si es muy normal ser feliz en un mundo enfermo. Me pregunto qué pasaría si cada uno de nosotros intentara hacer alguna cosa bien, más allá de los convencionalismos o de lo impuesto. Quizás ya no dependeríamos tanto de aquello de lo que nos quejamos. Yo aun estoy dispuesta a seguir luchando por un mundo mejor. Y creo que todos podemos seguir haciéndolo.

 

Ana, marzo del 2022

 

 

 


7 comentarios:

  1. Hola Ana, siento muy honesto tu testimonio.
    He escrito y reescrito muchas veces ese texto.
    Simplemente, me gustaría darte las gracias por el coraje de hablar.
    Tus palabras cuentan lo que has sentido en esas experiencias y me quedo con un sentimiento que son de alguien de verdad. Que habla con corazón y sin intención de herir o difamar. Un abrazo

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  2. Yo compartí tu testimonio en youtube, y este comentario lo puso una chica que perteneció a acrópolis Chile, lo comparto en este medio: "Hola, me parece increíble lo que dices, pero no me sorprende que lleguen a esos extremos. Las personas que le pegaban deberían estar en la cárcel. Eso está en contra de los derechos humanos. Sin embargo, creo que hay gente psicópata y narcisista metida ahí. Yo misma pude observar cómo la gente cambiaba una vez que estaban al interior de esta secta. La primera directora que conocí era una mujer muy grosera y mandona, un verdadero esperpento. Sin embargo, llegamos a tomarla como ejemplo, éramos chicas jóvenes, tendríamos que haber sido alegres y simpáticas y en vez de eso nos estábamos transformando en comandantes de un ejército nazi. Ya solo nos faltaba aprender el alemán y ponernos a apretar botones para soltar el gas. Puede parecer que estoy exagerando, pero en eso nos estábamos transformando, en verdaderos monstruos sádicos y violentos. Nada que ver con esos supuestos valores de dama y caballero. En vez de eso, nos estaban enseñando a maltratar al más débil y tiene lógica porque ellos claman por el super hombre. Entonces, lo lógico es que desprecien a los débiles y quieran destruirlos con sus repugnantes apologías a la guerra y a la crueldad."

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    1. Ese comentario lo puso una chica ex fuerza viva de Sur América que ha pasado sus propias vivencias duras, y de las cuales ha sacado ese tipo de conclusiones y otras más, incluso hay un video en youtube con su testimonio de lo que vivió en Nueva Acrópolis. Sobre el tema de los narcisistas y psicópatas, he notado que hay varias personas que estudian o son profesionales en psicología que mencionan esos términos para describir a personas con perfiles muy pero muy parecidos a muchos dirigentes de NA, de manipuladores para arriba. Al principio me parecía una exageración pero hoy ya no tanto. Y creo que es muy probable que la "formación" y la endoculturación acropolitana incentiva comportamientos narcisistas y actitudes que pueden parecer de psicópatas y otras enfermedades mentales. Sobre todo por esa tendencia a "endurecer" el carácter y a negar la capacidad de crítica y de razonamiento. Si, también creo que la mentalidad acropolitana merece un estudio profesional sobre lavado de cerebro y manipulación coercitiva.

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    2. Hola soy Ana, la que escribió el testimonio.
      He pedido al moderador que elimine el mensaje que había escrito antes. Quería volver a explicarlo con mejores palabras.

      Sobre el tema de si los directores son psicópatas o no, para mí es difícil de responder. Si hablo en concreto de los de mi filial, lo que yo creo es que estaban totalmente fanatizados, y lo que yo me pregunto es: ¿cómo juzgar los actos de alguien que está influenciado bajo una creencia? También pienso, por ejemplo, que en la España de hace 50 años, era normal pegar a los niños. En el colegio les pegaban y ridiculizaban delante de los compañeros como manera de castigo. Entonces, ¿es una norma social o es la persona? El comportamiento humano es complejo. No me atrevo, al menos de momento, a calificar las actitudes de personas que están totalmente fanatizadas.

      Lo que sí te puedo decir es que:
      En Nueva Acrópolis no todos actuaban igual y que con el tiempo han ido quitando algunas prácticas violentas (porque son mal vistas, no por otra cosa...igual que han hecho con la homosexualidad).

      Pero también es cierto que la enorme presión que tienen los directores de filial hace que muchos se conviertan en auténticos manipuladores, causando un daño enorme en las personas. Esto no solo se explica por la presión que tienen de hacer crecer escuelas, sino por las propias ideas que se promueven, tipo: un maestro no se puede dejar llevar por un discípulo, tiene que estar por encima, hay que controlar a los que piensan demasiado o critican (a estos les llaman "Kama-manas") y sobretodo, las escuelas que crecen están regidas por un orden estricto. Y esto hay que matizarlo, porque toda organización tiene un orden, pero el problema de Nueva Acrópolis es que se sumerge a las personas en un orden ficticio, un orden que no lleva a ninguna parte, sin objetivos definidos, de tal manera que todos trabajan y trabajan como robots. Así que si alguien se da cuenta del sinsentido, van a por él o ella y tratan de destruirlo psicológicamente.

      Otra cosa que si puedo decir que es muy retorcida, es que nunca piden perdón. Mienten, ocultan abusos, delitos y hacen cualquier cosa para que todos los errores que tienen nunca salgan a la luz.

      Quizás más adelante piense de manera distinta, pero por ahora, veo que es un tema complejo. Que la manera en cómo una creencia fanática puede modificar la conducta es realmente digna de estudio y reflexión.

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    3. Otra cosa que se me ha ocurrido:
      Algo que sí he podido observar es que permiten que asciendan en el poder personas con rasgos muy manipuladores. Personas con muchas ansias de poder. En NA están bien vistas las personas con carisma que consiguen causar fascinación. Personas con dotes de mando que consiguen tener autoridad sobre otros. Para ellos, esta es una cualidad muy positiva, así que luego pasa lo que pasa.

      También recordar que no todas las personas que son consumidoras de una organización, tienen que ser necesariamente adeptos. Y esto lo utilizan para limpiar su imagen. Es decir, más del 50% de acropolitanos son miembros a los cuales les exigen poco, solo hacen filosofía y voluntariado y no saben nada de la verdadera ideología. Les venden la idea de "Escuela de Sabiduría", de eclecticismo, y pueden pasar 10, 20, 30 años como miembros que van a NA a aprender filosofía y hacer actividades. Esta "fachada" la utilizan para desacreditar todas las críticas y denuncias. Como hay algunos que hacen artes marciales, quizás les dicen que la violencia que relatan los testimonios es parte de prácticas marciales y que los testimonios están mintiendo o tergiversando las cosas. O si escuchan algo sobre fascismo o nazismo, les dicen que malinterpretan los símbolos. Yo recuerdo que de tanto mentir a los miembros, al final me acababa creyéndome la mentira. Incluso me sentía bien al ver la imagen de asociación cultural que se promociona por internet, porque no me avergonzaba tanto de estar donde estaba. Es un tema muy complejo.

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    4. Claro Ana, se entiende todo eso que tu dices. Y también entiendo a los ex miembros como nosotros que hacen sus propias interpretaciones con otros términos, pero que vienen a concluir los mismo, o sea, que los abusos en esa institución son parte de un sistema de formación donde siempre debe quedar clara una jerarquía de poder basada en los cargos y no en la inteligencia, conocimiento o valores éticos de los dirigentes, sino en la simple obediencia demostrada a sus respectivos dirigentes. Yo mismo tuve experiencias en las que me cuestionaron ciertas decisiones que tomé por mi cuenta, que contradecían la forma de pensar de mis superiores. Y aunque yo tenía claro que, por ejemplo, ir a convivir con los chicos y chicas de una filial juvenil era tan importante como montar una guardia para el consejo, un dirigente en su momento me echó en cara que yo no entendía el “enorme sacrificio de loa maestros” que era capaz de cambiar mi guardia (supongo que debía considerar un honor ir a cuidar a unos viejos burócratas esotéricos jajaja) con tal de ir a un evento social de integración. Ese tipo de cosas me dejó en claro que me las estaba viendo con gente no muy cuerda. En fin, con seguridad iremos viendo las cosas de cierta forma en la medida que vayamos analizando más y mejor todo lo que hemos vivido a nivel subjetivo como en lo cotidiano.

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  3. Hola Ana, gracias por tu testimonio. Me gusta tu optimismo para seguir queriendo cambiar el mundo por un mundo mejor. :)

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